miércoles, 23 de agosto de 2017

UNA LIMITACIÓN DIALÉCTICA DE LA IZQUIERDA


 
 
 

Podemos llama al terrorismo islámico, utilizando un generoso eufemismo de despiste, “terrorismo internacional” y se obstina en no firmar el pacto antiterrorista, fiel a su pureza ideológica. La curiosa tibieza de las agrupaciones de izquierda ante el terrorismo y de un modo especial, ante el yijadista, a la hora de definir posturas  e implicarse, tiene una razón técnica sencilla.

La izquierda se opone con beligerancia a la mayoría de las instituciones – policía, ejército, iglesia, estado, inclusive – al juzgarlas de índole autoritario. Su simpatía se dirige hacia las clases desfavorecidas, hacia el mundo obrero y hacia todo el abanico imaginable de las agrupaciones marginales: ocupas, antisistema, anarcoides, etcétera-.
 
Está claro que si hay que imaginar una ubicación político social del terrorismo, aunque este, por su naturaleza, no lo merezca en absoluto, andará próxima a las fronteras desde las que la izquierda ejerce no ya su oposición sino su ademán destructivo de todo lo que propone el contrario, es decir, el gobierno en el poder. Este paralelismo posicional del terrorismo coge por sorpresa a la izquierda, que, de pronto, aunque no reconozca a los terroristas como los suyos, sí olfatea la remota semejanza ideológica. Y si encima este terrorismo se pinta con elementos étnico-religiosos islámicos, la sorpresa redobla su efecto paralizante, porque  para la izquierda la violencia es sólo fascista y ése es su problema y su limitación dialéctica.
La izquierda no tiene figura definida del terrorista como elemento enemigo de su motivación política, y mucho menos del terrorista islámico. La acción terrorista y la rebelión de izquierdas crean, súbitamente, una suerte de tautología por su similitud estructural. 
La violencia de derechas, la del estado, es el fascismo y el terrorismo no efectúa sus estrategias sino desde el mismo punto manante desde el que técnicamente parte la izquierda. No es que la izquierda política y el terrorismo compartan, sin más, los mismos objetivos sino que coinciden en la dirección crítica a la que consagran su energía. De ahí la incapacidad de la izquierda para criticar con claridad y contundencia la acción terrorista. El terrorista pervierte y destruye el propio argumento de la izquierda al ejecutarlo de modo criminal. La izquierda, “sobrepasada” de esta manera debería salirse del cauce originario por el que discurre su estrategia política para diferenciarse del terrorista y es en esta imposibilidad de hacerlo donde queda trabada su respuesta al hecho terrorista.       

 

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