miércoles, 22 de junio de 2016

PERVERSAS TAUROMAQUIAS HENCHIDAS DE SANGRE SACRIFICIAL….



 
 

En su obra Cosmos, el filósofo Michael Onfray dedica una breve reflexión crítica a las corridas de toros en el artículo Espejo quebrado de la tauromaquia.

En dicha reflexión Onfray expone su rechazo a las corridas, basándose, sobre todo en su crueldad que deslegitima toda pretensión artística o representativa. Hasta ahí nada que objetar a una sensibilidad particular. Pero Onfray, con la intención de desprestigiar la corrida todo lo posible añade algunas interpretaciones chocantes y aberrantes que sobre el evento tenían algunos intelectuales pro-taurinos. Onfray nos coloca a Hemingway, Michel Leiris, George Bataille y Montherlant como personajes aquejados de impotencia sexual y que utilizaban su morbosa afición a las corridas como una suerte de evacuación compensatorio-simbólica de sus secretos problemas de erección. Con los ejemplos de estos piradillos, repletos de conflictos de virilidad e impotencia, viene a insinuar que tales problemas definen la naturaleza de la corrida, bárbara puesta en escena de instintos salvajes y refinada crueldad, y de ahí, da un paso más, atreviéndose a afirmar con pasmosa ligereza que los que asisten a las corridas sienten del mismo modo un íntimo placer erótico por la sangre derramada y un orgasmo más o menos reprimido ante la muerte del animal. Me parece que, de repente, Onfray o  es víctima de un espejismo, - esas interpretaciones galo-literarias de la corrida – o pierde de vista la realidad ante lo bizarro de su propia suposición.

Por otro lado, la obsesión anti cristiana de este autor aburre bastante, pues no cesa de recordar que la corrida como el cristianismo obedecen a una cultura de la muerte, caduca y reprobable. La comparación de las corridas con la iglesia católica debido a la querencia de ambas por el boato y la puesta en escena no acabo de verla ni muy clara ni determinantemente significativa. Podrían cundir mil ejemplos distintos y contradictorios al respecto.

Ni soy un acérrimo pro taurino ni podría acercarme a un toro sin sentir un mítico estremecimiento. Leyendo a Onfray he hecho un esfuerzo y he llegado a pensar si el que está irremediablemente equivocado soy yo... Pero hay algo en lo que Onfray patina contundentemente. Califica a todo aquel relacionado con la ejecución de las corridas como de baja catadura moral. Esto no sólo es un mero insulto sino también una afirmación palmariamente falsa y gratuita, embarazosamente demostrable.  

En suma: hay en el veredicto de Onfray una indignación real que se mezcla con cierta ligereza, ese entusiasmo un poco autista de quien disfruta con el despliegue de su propia inteligencia y escribe, en consecuencia, perdiendo mesura y contraste en la exposición del juicio.




Como puede verse a Onfray ya le han zurrado bien en su país

1 comentario:

José Antonio Fernández dijo...

De acuerdo con el fondo que se desprende de las palabras de Onfray. Las formas cada cual usa las suyas y, por supuesto, no acierta cuando expresa la baja catadura moral de los favorables y favorecedores de la fiesta taurina. La moral nos viene dada por el entorno, así que Onfray puede que fuera acérrimo defensor de la tauromaquia si hubiera nacido en un ambiente taurino, así como le es más fácil ser un ateo declarado en Francia donde el catolicismo no ha conseguido entrar tanto en su cultura. Estoy seguro que visto desde fuera ciertos clichés españoles son vistos como una extravagancia, aunque aquí los usemos y los defendamos como algo muy nuestro. El que alguien ajeno quiera decir lo que es moral es tan inmoral como el que nosotros no seamos capaces de aguantar la mirada a una mujer con velo. La moral viene impuesta por las reglas de juego de cada lugar, eso sí, haciendo valer la diferencia. Dicho lo cual es bueno que la comunidad decida, tanto con las corridas, como con las plebendas milenarias y millonarias de la iglesia católica. Nada más.

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