viernes, 22 de enero de 2016

MICRORESEÑAS







Soseki. Cuadros del Londres victoriano.

Las crónicas de un extraterrestre que se diera un paseo por nuestras ciudades más populosas. El conocimiento de la lengua y la literatura inglesa no hacen que la extrañeza y cierto apabullamiento desaparezcan del ánimo del señor Soseki, en sus paseos por las calles londinenses. Ineludiblemente se producen escenas cómicas, de las que es protagonista nuestro confidente japonés, acongojado por complejos de bajito ante individuos tan vertiginosamente altos y tan extraños y tan rubios.

 





 

Edward Munch. Escritos.

Munch nos dice que hay planetas fluyendo por su sangre, girando alrededor de sus átomos. Nos cuenta sus sueños, sus visiones. Paralelismo entre sus pinturas y sus textos: una suerte de fiebre irriga al universo, convirtiéndolo en un fluido que atraviesa mundos y épocas. Misticismo, panteísmo, animismo. La tierra es un escenario de aparecidos. La edición recoge la famosa nota en la que Munch explica cómo concibió El grito,- esa obra que, a pesar de las infatigables copias que se han hecho, es imposible de reproducir – y que era la única pieza plástica que daba miedo a Eugenio D´Ors.  

 
 
 
 
 
 
 
Elegías de duino. Rilke.

Al parecer, Juan Rulfo, sin saber alemán, compara las mejores traducciones que conoce y crea su propia versión. El resultado no es ninguna coctelera consonántico-silábica sino un egregio canto de sibilinas audacias, un Rilke particular que llama a la esperanza: ni la infancia ni el porvenir, disminuyen. Una existencia numerosa brota de mi corazón.

 






El Cairo. Viaje a Oriente. Gerard de Nerval.

Los románticos instituyeron el viaje a oriente como destino indiscutible de  las sensualidades y del opio. Si había que buscar la embriaguez como fuera, tal y como pregonaba Baudelaire, había que viajar a Oriente.  Aquí leemos las aventuras de un Nerval recorriendo callejas y mercados, barberías y cafetines, sorprendido por la abundante presencia de esclavos y derviches, decepcionado por el soso amanecer en de los desiertos.

 






 Mujeres de artistas. Alphonse Daudet.

Con ese etilo tan fluyente y limpio, Daudet nos muestra a través de una serie de historias y escenas cómo es la vida de matrimonio de  poetas, bohemios y literatos en general. Encantadores cuadros de una fauna tan singular, aderezados por una perdonable misoginia, que nos hablan del encuentro desastroso del artista con la realidad cotidiana.

 
 
 
 
 
 
 
 

Rubén Darío . Peregrinaciones.

Rubén Darío ejerciendo de cronista de la Exposición Universal de París en 1900. Cronista de lo extraordinario en un lugar, entonces, extraordinario. Rubén Darío se pasea por el laberinto de las novedades de la nueva civilización, se sabe en el centro del acontecimiento. La técnica, la ciencia, el arte componen la articulación de esa nueva civilización. Para Rubén la nueva Isis sin velo es la Electricidad, y aunque la moda parisina sea encantadora no puede compararse a lo que en estética consiguieron griegos y romanos. Es la hora del estrellato de Rodin, de los prerrafaelistas ingleses, de Gustave Moreau y sus ambientes barrocos y mitológicos. París es una ciudad que sueña y Rubén se declara testigo de esa celebración en la que el único contratiempo lamentable es la suerte ignominiosa de Oscar Wilde.  

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