viernes, 6 de febrero de 2015

INCIDENCIAS FRAGMINIANAS





Desde el momento en que el diario personal se convierte en un género literario, eso que llamamos intimidad ha encontrado una forma bajo la que justificar sus derroteros y derivas. Hallado está el medio en el que la tal intimidad puede visibilizarse sin perder del todo su naturaleza, su valor como informe secreto. Al abrigo de la palabra, el que escribe pretende confesarlo todo esperando que la lectura de su "confesión" se convierta en su exculpación. Hay escritores que publican en vida sus diarios o convierten sus obras en diarios – Gide, Trapiello, Pessoa - . El diario es el cajón de sastre del escritor, el bloc de los proyectos y de las ocurrencias.

De todos modos, a pesar de que, desde luego, la intimidad ya no es lo que era, sobre el diario pesan, todavía, candorosas connotaciones provenientes de su era romántica. Preferiría hablar de escritura diarística para, por un lado, esquivar tales connotaciones y sugerir un tipo de escritura fragmentaria pero continua, precisa y temáticamente multidireccional.

Ese tipo de escritura hilvana las páginas de este “libro” que me he atrevido a sacar a la luz, Ars Fragminis, a través de la editorial Celesta de Madrid y que de modo, un poco tautológico, me atrevo (otra vez) a reseñar aquí: el blog es también escritura diarística.




El libro consta de una selección de textos breves extraídos de mis diarios y material aforístico, que estaba destinado, en su mayor parte, a ser publicado aquí.  Pero este “aquí” tiene un problema: su virtualidad.

Necesitaba, por ello,  ver publicados, impresos, estos fragmentos. Escribir en la red es como escribir en el agua: tienes la seguridad de que tu texto permanece y se ligará rápidamente a otros pero, pronto lo pierdes de vista en un medio donde todo es confín de confines, y más que texto, lo que articulas son mensajes. En realidad, “escribir” en la red es un sinsentido: ojalá pudiéramos escribir sobre o encima de la red, en una superficie palpable que nos diera esa sensación de concretez y orden que nos da el libro.  

Hace exactamente una semana, se presentaba Ars Fragminis en la librería Códex de Orihuela.

Paul Valery hablaba de la inutilidad de escribir un diario, de lo quimérico que resultaba llevar un registro supuestamente fiel de impresiones y anécdotas; pero el escritor se levantaba todos los días a las cinco de la mañana y se ponía a escribir sus reflexiones sobre literatura, filosofía, etc., sin darse cuenta de que eso que hacía era, también, un diario.

Por otro lado, Roland Barthes decía que llevar un diario sería plausible sólo si el diario fuese literario, no un mero ejercicio de contabilidad.

Si “el arte sucede”, como decía Borges, citando a no sé quien, también en el pensamiento sucede el pensamiento, las derivas cromáticas de la sensación. Se puede escribir sobre cualquier cosa pero con la condición del grado en que tal cosa te competa o te implique. ¿Y si lo que compete, te implica y te gusta es el lenguaje? Hablaríamos quizás, del diario de un poeta o de un diario poético. Creo que es ahí por donde me ubico. 

(De lo que me responsabilizo a medias es de las insistentes erratas que, a pesar de todos los controles, se han colado como fastidiosos polizones, aunque camuflados en el enjambre del texto: es más difícil corregir un texto propio que escribirlo).    


  

2 comentarios:

Unknown dijo...

Te deseo mucha suerte en ventas en tu nueva andadura .
Seguro que calidad no le falta
Gracias por escribir aquí en tu blog .
Me encanta lo que escribes
Un cordial saludo

José María Piñeiro dijo...

Muchas gracias, Elena. Me das ánimos, de verdad. Y me encanta que te guste lo voy escribiendo. Te enviaré un volumen, te lo has ganado.

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