miércoles, 2 de julio de 2014

SEMIOSFERA






En grandes paneles se proyecta la ruta de las galaxias, y debajo, en pantallas menores, fulguran tiras ardidas de alfabetos mezclados en un flujo estallante. Se inician las nupcias de la arqueología del instante y de la espeleología teológica. Las sumas universales reposan solemnes en las vidrieras de los taxidermistas, rodeadas del ruido de la creación, pero esas sumas y otras enciclopedias, acaban por integrarse al murmullo general como proyecciones singulares de saberes tangibles. Ondas de radio, éter exfoliado, demiurgos ebrios repartiendo bandas de definiciones y espectros. El caos está ordenado, sin embargo. Incluso el rugido de la bestia está convenientemente codificado.

Todo se integra en una sola órbita y esa órbita es la del arte, la ciencia y la naturaleza inventando el universo que escupe todas las definiciones que pretendan descifrarlo sobre panoplias giratorias. Las definiciones totalizantes nos abruman, pero ya nuestro mundo sólo adopta esta forma totalizante. Lo pensado se afiebra en distancias moleculares. Mi pensamiento hace ruido y pronto parirá su libro prescindible y encantador. Ahora bien, los científicos de Minesotta no paran de hacer descubrimientos sobre la vida sexual del topo del desierto e incluirán irremediablemente su programa genético como condicionante en la redacción de nuevos decálogos.

Esta órbita es el fin sin fin, esta órbita de clamor y gloria difusa es también un principio. La abrumadora cantidad de signos, de universos, de bibliotecas, iglesias y discursos, confluyen en el ábside de este falansterio de los compartimentos estancos del conocimiento que navega quieto sobre el pie de arena rebosando de su propio afianzamiento. El acontecimiento no dispersa el conocimiento, revela una naturaleza del ser distinta al estatismo del saber enciclopédico. Pero también el grito está registrado, y los grados de angustia que nos dicen bajo qué fisuras del afecto se hiere el costado la bestia humana. El mundo y sus pulsiones secretas son objeto del conocimiento, de todo hay un discurso dispuesto a mezclarse con otros de otras disciplinas para dar una versión prismática de ese objeto y describir-crear la gramática de esas pulsiones. Y ese objeto es una ameba, el sfumatto renacentista, la perpendicular de la pirámide… 

No se trata de anular paradigmas sino de combinar dinámicamente  las adecuaciones cognoscitivas de lo semiotizado con el horizonte de los  retornos vitales de la cosa.

 

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