domingo, 27 de abril de 2014

FENOMENOLOGÍA


 
 
 
La vasija azul está sobre la mesa. En realidad, casi flota sobre una superficie lisa que brota de la sombra y se impone a contraluz. El borde visible de la vasija está tan delicadamente rozado por la luz, que se transforma lentamente sin dejar de ser él mismo, se va convirtiendo en lo que, si estuviera pintado, sería su origen extrapictórico: una muesca flotante de loza pulida. La vasija, es ahora, en mi observación atenta y  tenuemente alucinada, imantación pura, algo tan remoto como devenido.  La vasija que veo es real, pero ahora que la observo me voy dando cuenta de lo que no  era hasta hace unos instantes. ¿Descubre mi percepción el objeto-vasija, a fin de cuentas, ahora que por fin veo la vasija convertida en ella misma, tras ser fuente y centro de sus propias metamorfosis, ahora, que tras los tanteos visuales y los cálculos acerca de sus densidades de color y textura, he llegado incluso a confundirme, sabiendo que la vi antes de estos razonamientos, cuando atardecía, por primera vez?  
 

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