viernes, 18 de abril de 2014

ANÓNIMO






¿No ocurre a menudo que cuando hacemos inventario de algo o se realiza la limpieza del desván, aparece siempre algún objeto cuya existencia no sospechábamos en absoluto? Es como si entre nuestro conjunto de objetos comunes, apareciera, de pronto,  un objeto polizón, un objeto intruso, o como si el propio conjunto de nuestras cosas, expresión humilde de la multiplicidad, hubiera propiciado la formación de un elemento nuevo desconocido que podría estar allí desde hace mucho tiempo.

Investigando un álbum de fotos familiares, me topo con esta imagen que me fascina cada vez más, según la voy observando.  Tras unas pesquisas, ubico temporalmente la foto a finales de los sesenta y principios de los setenta. Espacialmente, nos encontramos, probablemente, en algún punto de París. Lo que más me intriga es la autoría. Aunque la foto pertenece a una serie identificada, la audacia del encuadre, el dominio de la iconografía pictórica que trasluce, no se corresponden con el tono del resto, mucho más común.  
Extensiones planas de tierra y agua, grandes estanques cercados a lo lejos por una compacta barrera vegetal, sobre cuyo filo se insinúa un palacio. La masa de aire que pesa levemente sobre el paisaje, el espacio dedicado al cielo, que aumenta la sensación de vacío, haciendo remoto lo que se ve. Y el toque esencial: la colocación estratégica de una figura humana en uno de los extremos de uno de los estanques, al abrigo de un gran muro que también podría ser la base de un mirador o de una serie de terrazas. Sin esta figura nos encontraríamos con un paisaje descoyuntado,  sin expresión. La figura focaliza la mirada, remarca el trayecto del límite del estanque, coloca un signo de interrogación al paisaje, lo dota de un sentido, de la búsqueda de uno: la relación del microcosmos con el macrocosmos, del individuo con la totalidad. Esa figura podría simbolizar al filósofo enfrentado con el problema del Mundo o ser la del hombre moderno perdido en la inmensidad del universo, en el que se integran las producciones de su propia civilización como extensiones de la inacabable extrañeza: estanques, pistas, jardines, muros, edificaciones…. Enigmática y bella la significación de esta imagen como sorpresiva, casi absurda, su presencia entre las demás del álbum familiar.          

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