jueves, 1 de marzo de 2012

DIARIO





El muerto no sufre su muerte, no se entera de su muerte, a no ser que esté vivo,  es decir, muerto en vida: a través de la pobreza, de la enfermedad, de la tristeza, etcétera.


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Ése yo banal del mí testarudo


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Acabo de leer Cartas del que regresa de Hugo Von Hofmannsthal. Resulta fascinante el testimonio de los autores que se encuentran en el cruce de dos siglos, y cuyas obras y escritos, actúan como testigos casuales de la transformación del tiempo y de la sociedad en que viven. Las impresiones casi extáticas que Hofmannthal experimenta ante los cuadros de Van Gogh, ¿forman parte ya de la historia de las "revelaciones profanas", somos nosotros capaces de experimentar hoy esa primera vez ante una obra de arte? A la vívida novedad que Hofmannsthal tiene ante los cuadros del holandés se suma otra novedad de carácter más lóbrego: cómo han cambiado los alemanes con el comienzo de siglo, cómo se han vuelto más esquivos y uniformes,  más introvertidos y reacios, menos francos y alegres. Los síntomas claros de la alienación del urbanita kafkiano. La Alemania a la que Hofmannsthal regresa tras años de ausencia, ya no es la Alemania de su niñez y juventud. Este cambio del alma colectiva, lo describe con palabras sencillas y luminosas.  
Apollinaire sería otro autor cuya obra reflejaría los cambios progresivos del arte y del mundo de su tiempo, aunque de un modo menos dramático que Hofmannsthal  y en un nivel más puramente lúdico. El mundo de Apollinaire es el de la poesía abierta ya a los juegos prevanguardistas y experimentales, la literatura erótica como práctica de escritura libertaria,  y, sobre todo, el que se inaugura con la nueva percepción de la realidad que las evoluciones plásticas estarían proporcionando. La ubicación de Apollinaire es por un lado umbrátil y por otro, muy concreta aunque fugaz: su hábitat es el de la bohemia y la incipiente vanguardia, colindantes con la Belle Époque, sin dejar de respirar el oxígeno ambiente  que el simbolismo había extendido como base de toda renovación lingüística. Y aunque fuera el inventor del término "surrealismo", no llegaría a ver lo que tal movimiento supuso. La enjundiosa transición que vivió y su vida misma, acabó con la Primera Guerra Mundial.  


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He vuelto a ver al gitano con el que  estuve hablando hace un par de semanas,  Manea. Apenas verme, inclinándose, me ha ofrecido el violín en un gesto de agradecimiento y confianza. Era la primera vez que tenía un violín en mis manos. Ha sido como un breve y solemne contacto con el otro. 

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Debate en televisión sobre las parafonías. Enfrentamiento entre investigadores del fenómeno y científicos - neurólogos y físicos - que, sin negar absolutamente el misterio, exigen condiciones de estudio rigurosas para verificar realmente el origen no electromagnético de estas voces. Uno de los científicos, creyendo descubrir el Mediterráneo, viene a decir que nuestro cerebro tiende a proyectar sobre cualquier cosa de naturaleza, presuntamente, desconocida o no identificada, nuestro propio legado cultural, es decir, que el cerebro ahorma todo fenómeno percibido conforme a lo que ya sabemos, lo que explicaría que cualquier sonido extraño adquiera entidad de voz misteriosa. Pero para los que conocemos la historia de las parafonías y tenemos larga experiencia con ellas, esto ni supone ninguna novedad ni explica las voces más inteligibles y desconcertantes. Es posible distinguir entre una paraidolia sonora y un sonido cuyo origen físico es ilocalizable. En el debate se arguye que se han conseguido parafonías en campanas de vacío y en cámaras anecoicas. El físico dice que incluso con tal instrumental, se pueden filtrar ondas de radio. Advierto con sorpresa que últimamente los que están consiguiendo más psicofonías y de una calidad notable, no son esoteristas ni fanáticos de lo oculto, sino ingenieros de sonido e informáticos. Interesante esta alianza entre tecnología y misterio.


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Leyendo a Parménides. El hecho de que no tengamos de su pensamiento sino fragmentos y referencias dispersas de otros autores, le presta al volumen que manejo - edición de Gredos - un mayor atractivo. El carácter fragmentario es aquí todo un signo: el factor Tiempo, el gran problema filosófico. Es como si lo pensado por aquel hombre hace 2500 años, retornase, disperso, troceado, cuasi moribundo, surcando el piélago de las eras, pero cuyas breves palabras, fulgieran como estrellas errantes.
".. el corazón inestremecible de la verdad bien redonda".
Entusiasma el que alguien, hace miles de años, definiera de este barroco modo la naturaleza original e increada de la realidad.

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