martes, 22 de noviembre de 2011


O SEA QUE
Esta mañana me ha alegrado ver a Blanca Andreu. Me animaba a asistir a un concierto que recaudará fondos para la Asociación Vicente Ferrer. Pero a la tarde, escuchando las noticias sobre la crisis, me he puesto triste. Pensaba qué puede hacer un poeta ante tesituras como estas en las que estamos y ante el futuro extraño e inquietante que se avecina. Pensaba también en mí mismo. Me venían a la cabeza aquellas palabras: ¿para qué poetas en tiempos de miseria? Reanudando la lectura de "Diario Anónimo" de José Ángel Valente, abro las páginas del volumen y lo primero que leo es la cita en alemán: "und wozu Dichter in dürftiger Zeit?", es decir, ¿y para qué poetas en tiempos de miseria? Si esto es una pequeña sincronicidad o una mera coincidencia, da lo mismo: confirma un estado de ánimo - el mío - y alude a una situación: a pesar del enorme desarrollo humanístico y cultural, cómo todo se tiñe de pesimismo y angustia ante la inestabilidad económica, ante la constatación de cómo la vida depende de un par de cosas: la comida, la luz, el agua... ¿Qué tipo de empatía debe redescubrir y definir la poesía en estas circunstancias, qué fulgor verbal puede decir lo que sucede sin que semeje prosodia prescindible? Pero esa pregunta-protesta, para qué poetas en tiempos de miseria, quizá parta de un prejuicio: asignarle al poeta una función ornamental, cuando la poesía es expresión tanto de la belleza como del dolor.

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