miércoles, 30 de marzo de 2011


LA OBRA MAESTRA DE DUCHAMP

Sueño que me encuentro en una galería de arte, visitando una exposición. Un artista español, conocido y famoso, me muestra personalmente su obra, inspirada en motivos del espiritismo, movimiento al que pertenece. Sus obras no son simples óleos sobre tela, sino que mezclan las más variadas técnicas y soportes, presentando el aspecto de complicados artilugios. El artista me acompaña y me explica como si fuera un guía, el significado de cada obra ante la que me detengo, un poco avergonzado de confesarse seguidor del espiritismo. La sala, aunque dividida en varios compartimentos, es pequeña. Uno de esos compartimentos está ocupado por una extraña instalación que consiste en una serie de placas metálicas con los bordes irisados, prendidas al cabo de unos finos tallos como si fueran plantas, colocadas circularmente, que lanzan rayos láser hacia un mismo punto, en el centro de ese círculo que conforman sobre el suelo. Si se pone un objeto cualquiera sobre la trayectoria de los rayos, se refleja su imagen, transformada, en una pantalla situada a un lado, cerca del techo. Yo pongo la mano en uno de los rayos y veo la imagen espectral de mi mano en el monitor, parecida a la que ofrecería una radiografía. El pintor ironiza sobre las posibilidades de la técnica, como si su obra la hubiera hecho otro. Discutimos, creo, con otras personas, sobre arte.

Aparece en el sueño una gran imagen realizada a lápiz. El pintor me dice que se trata de la obra maestra de Duchamp. La imagen viene a ser la laboriosa reproducción de los pliegues y drapeados de una gran tela o sábana, que atravesando oblicuamente un marco rectangular en posición vertical, reproducen la silueta de un murciélago, pero de modo que se confundan los detalles de la alas con los de las anfractuosidades del espacio circundante, indistinguiéndose ambas cosas, qué está dentro y qué fuera. La creación se llama no se qué "de lo semejante". Poco después de despertarme se me impone "El demonio de lo semejante", sin darme cuenta que no hacía sino colocarle, inconscientemente, el título de un poema de Mallarmé. Pero ha sido al escribir en este momento el sueño cuando he recordado que el título real del poema en prosa de Mallarmé es El demonio de la analogía.

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