lunes, 16 de agosto de 2010



LA DAMA DE ELCHE Y SUS DOBLES
Hace un par de noches emitieron por Tele Elx una filmación de 1962 en la que se veía a la persona que descubrió a la Dama de Elche, besando la imagen y envuelto en lágrimas. El hombre tenía entonces algo más de ochenta años y fue por esas fechas cuando la Dama regresaba a Elche, temporalmente, para ser expuesta tras décadas de exilio técnico-burocrático en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Las imágenes del breve documental me parecieron conmovedoras y con un significado especial: un humilde peón descubre en 1897 y por casualidad la escultura que se considera, hasta la fecha, la mayor expresión del arte ibérico. La divinidad desenterrada por un súbito feligrés. ¿Cómo interpretar esos besos y esas lágrimas? Vaya misterio. Como si hubiéramos descubierto la belleza secreta de un linaje, el emblema de una identidad perdida.
Por otro lado, e independientemente de la naturaleza de este acontecimiento, pensé en la Dama de Elche en sí. A la Dama le ha ocurrido algo parecido a lo que le ha sucedido a la Giocconda de Leonardo : es tal el número de reproducciones de la escultura con que se nos ha saturado, que tales reproducciones han usurpado a la propia imagen que comunican y a nosotros la posibilidad emocionante de "descubrirla", es decir, la han, digamos, estereotipado de tal modo que se nos hace casi imposible imaginar su belleza originaria.
Todo esto me hace pensar en la polémica benjaminiana entre el original y la copia. Pocos ejemplos que ilustren mejor tanto el empeño de definir como la dificultad de restituir el aura, exceptuando, como digo, el de La Giocconda, que el de la Dama de Elche. Es tal la manipulación y vulgarización a que ha sido sometida - recordemos los sacrílegos auriculares que Joan Brossa le colocó, sustituyendo a los rodetes -, de tal modo se ha duplicado, imitado, ideologizado y parodiado la imagen: llaveros, miniaturas, motivo folklórico, efigie presente en billetes y sellos, busto decorativo guardando porterías ilicitanas..., que resulta difícil imaginar su fulgor original, apreciar sin impurezas su belleza sacral.
De todos modos, aunque la reproducción mecánica y el imaginario popular hayan disfrazado a la Dama de Elche de Dama de Elche, ésta no es sus imágenes. La serie de imágenes de la Dama de Elche pueden ser infinitas o agotarse, sin que la Dama se vea perjudicada. Aquellas son repeticiones de una forma original, y aun las versiones que osaran "mejorar" a la Dama, dependerían de la fuente, del arquetipo que es, propiamente, la Dama de Elche. La Dama de Elche cubista, la Dama de Elche expresionista, la Dama de Elche naturalista, la Dama de Elche surrealista, modernista o impresionista, no son nada sin la Dama de Elche original. La dama de Elche original contiene, virtualmente, todas las Damas de Elche posibles. Y resulta notable que a pesar del empobrecimiento que supone la reproducción indeterminada de lo mismo, la Dama de Elche conserve intacta la fascinación que produce.

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