miércoles, 7 de julio de 2010


EL LÁNGUIDO (Y SINIESTRO) CARROLL


Cómo nos va influyendo inconscientemente la información acumulada que ilusoriamente creemos olvidar. Hace algunos años, me molestaron las insinuaciones que Rosa Montero exponía en un artículo sobre el interés de Lewis Carroll por los niños. En realidad no insinuaba sino que denunciaba en el escritor inglés tendencias pederastas encubiertas. Gracias a "la era de la sospecha" que papá Freud, ayudado del eficaz oficial prusiano Nietzsche inauguraron, tachar a Carroll de pederasta entra dentro de la normalidad crítica que pretende descubrir las verdaderas razones de absolutamente todo. Cuando leí aquél artículo, pensé: Lewis Carroll un pederasta... otro topicazo más, otro sospechoso que añadir a la lista. Cómo os fastidiaría descubrir que Carroll no tenía ninguna inclinación malsana, lo revolucionario que sería constatar que Carroll era inocente y que su gusto por las fotografías infantiles era puro arrobo estético. Estoy seguro de que los que acusan o acusaban a Carrol de pedofilia se sentirían satisfechos si se pudiera confirmar tal cosa.
En una de las anotaciones del breve diario que Carrol llevó durante un viaje que hizo a Rusia y que Nocturna Ediciones publicó este año pasado, encontrándose el autor en Moscú, entra en un comercio y compra la fotografía de un niño, encargando una ampliación. Los padres del niño se enteran y prohíben la venta de esa ampliación. Luego, a través de la mediación de un importante personaje político, los padres ceden y Carroll se lleva su antojo fotográfico a Inglaterra.
Leyendo este episodio reconozco que me solivianté, interiormente, contra Carroll, me pareció, de pronto, que revelaba algo repulsivo sobre su persona, sin reparar, en principio, que la sospecha contra él yo la había interiorizado hacía años y que se trataba, en realidad, de un juicio inducido. Es decir, que si no hubiera leído lo que Rosa Montero y otros, escribieron hace años sobre Carroll, la adquisición de aquella fotografía en la remota Rusia, hubiera sido una anécdota sin mayor importancia. Yo no hubiera sospechado por mi cuenta.
Por esto y por todo lo que nos llueve diariamente a través de los sacrosantos medios de comunicación, por esta manía de darle vueltas a todo buscando obsesiva y exclusivamente el lado tenebroso de las cosas antes que su ser franco y real, es por lo que hay que hacer "limpieza", de vez en cuando, sanear la mente y olvidarnos de tanta especulación ociosa y levantamiento sistemático de sospecha. ¿Tenía morbosas intenciones ocultas el bueno de Carroll; era un monstruo en potencia; qué terribles complejos se escondían tras su cultivo de la fotografía y de las matemáticas? Cómo envidio a un Borges, al que le importó un pimiento la cháchara ilustrada del psicoanálisis.
Un último apunte. Lo que sí "he descubierto" en Carroll es cierta contradicción. Como buen protestante, rechazaba las imágenes divinas, pero en el texto de este diario ruso sus mayores encandilamientos son las descripciones de ceremonias y pinturas religiosas.

1 comentario:

José Antonio Fernández dijo...

El problema es que nuestra mente no es perfecta. Tendemos a rellenar nuestros huecos mentales para darle una lógica a las cosas. Eso lo saben muy bien los magos, y los manipuladores.
Saludos.

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