viernes, 30 de octubre de 2009




¡OH, CUERPO!

Estos son los muslos de una mujer de 61 años. ¿Milagro? Sí, milagro natural de la naturaleza cuando esta está bien tratada y se lleva una vida psíquica y física activa y plena, cuando se tienen montones de amigos, cuando se es admirado y querido, cuando es el cuerpo entero el que encarna el misterio de la "significancia", como diría Benveniste, la infinitividad, a través de la opción más saludable y celebratoria de la vida: la expresión artística.

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Vivimos una época de exasperación en las modas que se traduce en un tratamiento convulsivo, tácitamente sádico del cuerpo: las modelos anoréxicas; los tatuajes, piercing y colgantes atravesando partes delicadas del cuerpo ;la sistematización del uso del tanga;la imposición pornográfica, la inaudita crudeza que ha alcanzado esa industria. Todo tiende no ya a comprimir o a exhibir, y muchísimo menos a sugerir, sino a pellizcar, hender, a sajar la carne, a casi herir el cuerpo. Parece que la próxima fase en este más que desnudar, zaherir el cuerpo, fuera la de arrancar la piel, directamente. Mientras, al otro lado, en el universo oriental, gracias a su ¿sabio? estatismo milenario, las curvas naturales se esquivan sumiendo al cuerpo en el blando corsé de tules, mantos y velos. El Islam, por ejemplo, escamotea el cuerpo de esta manera. Pero el problema subsiste. Ni una cosa ni otra: ni la hipersexualización de Occidente, empeñado en mostrarlo todo y especializado en marcar y delimitar, obsesivamente, el cuerpo como un mapa de zonas voluptuosas no para la caricia sino para la vulneración, ni la insostenible y supersticiosa tendencia a negar el cuerpo bajo la indescriptible prescripción de un dios de la vergüenza recostado en un diván de 800 años que sólo sabe legislar aniquilando.






1 comentario:

Silvia dijo...

Me pirran tus textos.

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