miércoles, 2 de septiembre de 2009


LA POSTPOETIFORME POSTPOESÍA DE FERNÁNDEZ MALLO


Este invierno pasado, en una de las emisiones del programa de Sánchez Dragó Las noches blancas, en Telemadrid, se dedicaron durante un rato a vapulear Nocilla Dream, de Fernández Mallo, calificando la novela de bluff literario, hasta que alguno de los invitados sugirió que si Mallo era tan poco interesante, cambiaran de tema (he aquí una de esas capacidades envidiables, la de crear polémica). Cuando me enteré de que había quedado finalista en los premios de ensayo Anagrama, fui a adquirir el libro con mucho interés, pero un amigo me advirtió con perspicacia que quizá la obra fuese una broma, recomendándome que dejara el libro en el estante de donde lo había cogido para que "madurara" (que-madura, quemadura). Sin ser tan descortés como los invitados de Dragó ni queriendo dar la razón automáticamente a mi amigo, admito que algo, sin embargo, vislumbraron sobre lo que Mallo comunica (a su pesar o no) después de haber leído Postpoesía.

El tono de las críticas que han aparecido en la red sobre el libro, confirman también ese tono de déja vu que parece ser el signo distintivo de lo que Mallo nos propone.

Definiendo rápidamente lo que es la Postpoesía, podríamos decir que tras todo lo que las vanguardias, postvanguardias y transvanguardias han descubierto y producido, tras todos los surrealismos y neosurrealismos, tras las poesías del silencio y de la experiencia, tras las que han traído consigo las nuevas tecnologías - poesía holográfica, cibernauta, residual - , tras todos los mil y un experimentos, nos queda la postpoesía que aprevechará todo lo que estas poéticas y tendencias han hecho aparecer, con la novedad de integrar en su producción elementos pertenecientes a otras áreas del conocimiento, especialmente contenidos de la ciencia.

La postpoesía, como concepto no significa nada, es algo demasiado global. Se trata mas bien del término indicador de una topología, de una tersitura estética general. La presencia del prefijo ya lo señala todo, es más sustancial que la propia palabra. Lo que es post nos está indicando lo que viene "después de"(después de lo ya acontecido), por lo tanto, implica, en el ámbito que nos atañe, repetición, reciclaje, diseminación, multiplicidad sin origen, anonimato, horizonte abierto a la mixtura y al experimento, transición.Esta es la base elemental de la postpoesía. Ya no nos movemos en un campo de referencias metafísicas o estáticas, por eso Mallo destaca el carácter performativo de la postpoesía, su rechazo a cualquier filiación o escuela estética (el prejuicio de lo gravitacional) y la reivindicación del apropiacionismo. La postpoesía es, pues, sobre todo, una práctica, ya que es en la inmanencia desde donde partimos para crear. Tal inmanencia no implica sino que la poesía sea expresión de la realidad y ejecutada en la piel de la misma realidad, emergida de ella. La postpoesía es, pues, un continuum en el que la vinculación con el entorno, con las otras obras, o con cualquier otro tipo de ciencia o lenguaje, se constituye en alimento informativo periódico del proceso creador. Es el devenir mismo de la realidad y de los conocimientos, no la musa inspiradora o el trabajo enclaustrado del poeta, lo que potencia y sustenta el progreso creativo. El poema se libera de los confines del libro, cambia de medio vital y se convierte en acción plural y anónima. Las servidumbres de una autoría o las obligaciones normativas del poeta tradicional enfrentado a una composición se ven sustituías por la misión poética de establecer relaciones entre los conocimientos que van aflorando desde las distintas áreas del conocimiento. Estas relaciones crearán imágenes inéditas, serán la fuente de la nueva analogía.

Hasta aquí nada nuevo o que no supiéramos o sospecháramos. Mallo, para apuntalar su teoría, utiliza una serie de motivos y conceptos que han acabando por convertirse en lugares comunes de la crítica actual debido a una utilización sistemática que va erosionando su significado: la cansina "muerte del autor", el imprescindible rizoma deleuziano, la viviseccionada deriva, la vinculación de la física newtoniana con la imagen del mundo transmitida por la literatura tradicional, mientras que la revolución artística de las vanguardias se correspondería con la revolución einsteniana, etcétera.

Es con referencia a la poesía y a los poetas "ortodoxos" donde ha saltado la chispa de la polémica. Mallo califica de poetas ortodoxos a todos los que siguen anclados a un concepto numinoso o elitista del verbo. Estos poetas, desconectados, presuntamente, de la vida, desarrollan su obra poética en redes aisladas en las que la "información" no va más allá del contacto solipsista con otras obras o con otras poéticas pertenecientes a la misma red, determinadas, todas ellas, como decimos, por esa percepción tradicionalista y sacral de la palabra a la que se la retira del contacto vital con el azar y su fuerza configurativa.

Entendiendo perfectamente la perspectiva que articula Mallo y la estrategia en la que se involucra, se hace complicado no registrar los equívocos y las contradicciones que surgen en este punto - y en el plano general de su poética post - así como no percibir cierta ligereza programática.No queda claro, a pesar de todo, a qué se refiere Mallo con lo de poesía ortodoxa. Su entusiasmo teórico le lleva a despachar sumariamente toda poesía que no se corresponda con los nuevos cánones de la ultimísima postpoesía, como si la experiencia humana fuera tan simple o se redujera a aquélla. Es cierto que existe una ingente producción poética, con toda seguridad mediocre, sumida en los tersos sepulcros de docenas y docenas de libros que se van amontonando tristemente en las librerías; es cierto que hay mucho poeta -los ejecutivos del verso - que convierten sus poemas en meras actas notariales de estados íntimos sin mayor acontecimiento, pero no se puede dar un alegre carpetazo a la aventura que supone el escribir por no tener como deidades inspiratorias motivos tales como la deriva de los fractales o el último grito en informática. Ojalá fuera todo tan lúdico. Este año pasado leí Carne de píxel de Mallo, y no sé si eso es poesía postpoética. Si lo es, mucho más lo será Prosa de Observatorio, de Cortázar, El mono gramático, de Paz, e infinitamente más, la mallarmeana Jugada de dados. No está mal que Mallo defienda el apropiacionismo, porque la cita que hace de un libro de Vicente Luis Mora, Singularidades, sobre el tipo de poesía que se premia últimamente, es más explícita que todo lo que expone en su ensayo sobre la poesía ortodoxa. Mallo no da ejemplos de autores postpoéticos (curiosamente, tampoco habla de poesía visual o sonora) y eso, unido a la parcialidad con que juzga la experiencia poética, achica el salero final del ensayo.¿Es postpoesía la obra de un Roberto Juarroz, de un Juan Gelman, de un José-Miguel Ullán, de un Eduardo Scala?

Está claro que para Mallo lo prioritario es el desenvolvimiento, el medio, la fisionomía de la superficie, no las gravideces del contenido, y los llamados poetas ortodoxos parecen representar, temiblemente, el contenido puro (son la autoridad a despejar).

Mallo está obsesionado con la forma, por eso confunde el poema con la inercia del texto, demostrando escasa conciencia hermenéutica. En este punto, dudo que haya leído de verdad a Barthes, a quien nombra en más de una ocasión. Más bien creo que se trate de estratégico consejo de segundos.

Cuando dice que la poesía ortodoxa produce la verdad, mientras que a la postpoesía le acontece, queriendo demostrar con ello su mayor autenticidad, pretende entusiasmarnos, pero me extraña que haya menos elaboración en cualquier performance, postpoética o no, que en un texto ordinario. Cambian las motivaciones o la estructura, no la intención representacional o informativa. Además no queda claro lo que quiere Mallo: negar toda demiurgia o desplazarla de origen. El problema, de todas maneras, subsiste: tan irritante puede parecernos, a veces, el ensimismamiento del poeta en lo puramente verbal, la gravedad del libro, como mistificador afirmar que sea el acontecimiento lo que genera el fenómeno postpoético (un acontecimiento que, al menos, se deberá buscar o saber ver).

Habría que recordarle a Mallo que un poema no es ninguna imposición, se trasnsforma, desaparece al ser leído. Mallo parece desconocer lo que pasa cuando, ni más ni menos, un poema se convierte en canción. Reducir la poesía a ser meramente la extensión del mundo tecnológico en que vivimos, y afirmar enfáticamente que la postpoesía es la única respuesta posible a los nuevos patrones culturales, demuestra un dogmatismo cuasi adolescente. Los dibujos y diagramas que ilustran el movimiento fenomenológico de la postpoesía y la poesía ortodoxa, son clases de patafísica. Aquí le doy la razón a mi amigo: el ensayo tiene algo de broma, es literatura, en el mejor de los casos. En cuanto a que la ciencia produzca belleza, es una afirmación que precisa de alguna matización.El gráfico reproducido en la página 24 sobre el impacto de un protón y de un kaón atravesando una cámara de burbujas de oxígeno sometida a campos mágnéticos, nos parece bello sólo porque refleja nuestros propios códigos estéticos, porque se parece a una pintura de Klee o de Miró. Para un hombre de otra época (y de esos hay muchos ahora) serían sólo rayajos. ¿O lo que nos quiere sugerir Mallo es que hay que suponerle una intencionalidad de escritura a los protones?Si es así, que lo diga claro: Estaríamos ante las puertas de una suerte de nuevo animismo, muy interesante, defendido por Deleuze, en su momento.

Dejando de lado las parcialidades teóricas de Mallo por la logística con la que se identifica, el que un físico escriba poesía y teorice sobre ella ¿no es un signo en sí mismo a estudiar, no debería interpretarse como un estímulo para la creación misma? La literatura y el arte están llenos de "perifericos". El miedo al intrusismo, en el generoso campo de la estética contemporánea, es hoy una actitud supersticiosa. Yo creo que no vamos hacia un nuevo paradigma, sino que estamos ya en él, y ello supone aceptar y emprender prácticas poéticas que recojan la imagen del mundo que desde las distintas competencias del saber emerge, indiscutiblemente, sobre un horizonte de vibrante heterogeneidad.

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