martes, 20 de mayo de 2008

BEATRIZ PRECIADO. TESTO YONQUI


"No hay dos sexos, sino una multiplicidad de configuraciones genéticas, hormonales, cromosómicas, genitales, sexuales y sensuales. No hay verdad del género, de lo masculino y de lo femenino, fuera de un conjunto de ficciones culturales normativas".

Podríamos decir que el libro de Preciado viene a resumirse en esta cita , que es también, tanto una reivindicación cenital de sus teorías como el punto de partida y de llegada de todo lo que expone en su texto. ¿Qué implica afirmar lo afirmado, cómo defender esa multiplicidad de sentir el cuerpo y la propia identidad sexual cuando estamos siendo el blanco favorito de una megaindustria faramacopornográfica que no se limita a bombardearnos publicitariamente a través de todos los medios existentes, sino que experimenta con el cuerpo, insertando prótesis y propiciando sustancias que fomentan y aumentan el placer? ¿Esa multiplicidad sexual es producto directo de la farmacia global o una tendencia real potenciada por los intereses de tal industria?

Dejarnos invadir por una pornografía masiva, abandonar nuestra suerte a la efectividad farmacológica- véase el viagra, por ejemplo -, ¿no implica la constatación de que el deseo está más controlado y explotado que nunca? "La pornografía como industria tiene como objetivo la masturbación planetaria mundial". "Una representación adquiere el estatuto de pornografía cuando pone en marcha el devenir-público de aquello que se supone privado".

Beatriz Preciado señala que al aceptar determinadas prótesis en nuestro cuerpo, al consentir en el uso de sustancias que trastornen o modifiquen el funcionamiento de nuestra sexualidad, nos convertimos en metáforas sociales andantes del nuevo orden farmacopornográfico. No se trata tanto de que luchemos contra la invasión tecnológica en nuestras vidas y en nuestros cuerpos, como de saber a qué tipo de circulación del mercado nos arriesgamos, aceptando que identidades y roles sexuales que siempre hemos creído fijos o "naturales", puedan convertirse en objeto de manipulación o experimentación de esa industria- la ciencia- en avance.

Beatriz Preciado piensa que estamos ante un nuevo tipo de corporalidad, más allá del previsible enfrentamiento entre lo natural y lo tecnológico. Nos encontramos en la aurora de esa nueva sensorialidad que ya no responde a los cánones de la identidad sexual normativizada, sino que participa de una transición continua, de una mixtura emocional y sensitiva de los polos femenino y masculino, posibles en un mismo cuerpo, en una misma subjetividad.

Ella misma no se define como lesbiana sino como trans, escogiendo la indefinición y la ambigüedad como su estado típico y abriendo - generosamente para ella- las posibilidades de experimentar y sentir alternativamente como hombre que desea a una mujer y como mujer que puede sentirse deseada por un hombre o por otra mujer. O sea, que nos gusta poseer y ser poseídos, indistintamente.

La objeción que algún aturdido heterosexual pueda hacerle es, precisamente, la inviabilidad de esa indistinción, el caos que supone el transvase de identidades sexuales casi porque sí.


No es que personalmente me meta en berenjenales ajenos. Descubrí a Beatriz Preciado a través de la lectura de unos extractos de este libro que hace unos meses publicó El País. Me gustó el brío de su prosa, el dinamismo con que ponía en juego la información que manejaba y no sospeché que la autora de aquellas líneas perteneciera al ámbito queer.

Sus ideas son jugosas, provocadoras, precisamente expuestas y apoyadas por una buena documentación histórica y filosófica. Cuando sin abandonar el tramo discursivo se expresa la voz de la autora, hay algún derrape por la velocidad que coge. En un pasaje llega a decir que la sexualidad heterosexual pronto será algo retro y decadente, una sexualidad más entre otras y no la dominante. Bueno, esto es lo que montones de películas, literaturas y manifiestos postulan, por lo tanto, ya está, en parte, sucediendo. Ahora bien, toda esta polémica tan excitante de "heteros" contra "homos" se agota y se aburre, a veces, en los linderos del puro discurso. ¿Los heterosexuales militan como tales ante los que no lo son , se comportan automáticamente como heterosexuales bajo la admonición mágica de tal palabro? ¿Hay que tomarse el maniático esfuerzo de saber diferenciar a los homosexuales para mantenerlos en virtuales rediles de una distinción negativa y exclusiva?

Deberíamos abandonarnos un poco, aun sin comprender del todo las tendencia del vecino. Quizá de este modo fuera posible que la interferencia en la emotividad ajena se dispersara en esa sana fluencia de la multiplicidad.

Se trata tan sólo de una modesta recomendación en el un tanto convulso panorama de cosas en devenir que Preciado describe con lucidez: la emergencia de una sexualidad múltiple en el seno de una cultura mestiza y también mutante, en la que la filosofía debe superar el estatus de ser mera teoría de sí misma, para emprender y esclarecer los cambios de la subjetividad y definir los límites en que ésta se ve cercada y azuzada por el manifiesto control de la industria científica.

4 comentarios:

aranchagodoy dijo...

No se trata de que los heterosexuales por el hecho de serlo militen en una especie de bando contrario a otro formado por homosexuales. No hace falta tal manifestación guerrera. Perfectas estructuras construidas durante siglos, compuestas de técnicas, costumbres, gestos, tradiciones, vestidos, leyes, maquillajes, etc, hacen ese trabajo, el heterosexual acrítico que asume toda esa ideología política sin cuestionarla es entonces instrumento de ese poder, es muy difícil no serlo.

José María Piñeiro dijo...

Sí, es verdad.Las instituciones, la iglesia o los estados han "tomado" y domado la experiencia heterosexual a través de sus discursos, hasta el punto de que, digamos, el "encanto" de la novedad lo tienen ahora los homosexuales, quienes enarbolan su diferencia sexual, cuando no hay cosa ´más curiosa y distinta que un hombre y una mujer se atraigan. En realidad "la diferencia" también está en la experiencia heterosexual, pero su calidad originaria o se ha perdido o está embotada por siglos de normalidad.En estos momentos del debate, también los heterosexuales tendrían que reivindicar su propia diferencia en contra de los discursos mormalizadores, pero, naturalmente, no a través de asociaciones de padres de familia, exclusivamente. Hay muchos otros heterosexuales.

aranchagodoy dijo...

Creo que confundes el enfoque. Las instituciones y poderes no "han domado" una experiencia heterosexual, si no que HAN CREADO la heterosexualidad, así de simple. Términos como homosexualidad y heterosexualidad son creados por el discurso médico decimonónico. Si eres varón y te atrae una hembra humana lo más revolucionario que puedes hacer es negar la heterosexualidad TÚ TAMBIÉN. No se trata de crear nuevas identidades que parezcan más novedosas como si fuéramos directores de márketing. Se trata de destruir realidades opresoras, que oprimen tanto al hetero como al homo. Así que piensate como lesbiana en tu relación, o como trans, a ver que pasa, descubríos de otra forma, no con la estructura que se os impone por el simple hecho de haber nacido hombre y mujer. Entonces encontrareis lo novedoso y excitante.
La "homosexualidad" es tan rica en diferencia como la "heterosexualidad", o ¿acaso crees que el ser mujer o ser hombre son realidades monolíticas y homogéneas?

José María Piñeiro dijo...

Un saludo, Arancha.
Bueno, si practicas sexo indistintamente con hombres y con mujeres, esa práctica define muy bien el desprejuiciamiento con que tratas tu cuerpo. En este sentido no hay nada que decir. Es únicamente en el campo teórico, digamos, donde al pensar yo tu experiencia la admiro al mismo tiempo que no entiendo esa indistinción. ¿De verdad puedes enamorarte de un hombre y de una mujer con el mismo apasionamiento, con la misma calidad de entrega?
Suele decirse que las mujeres bisexuales acaban pasando la vida con un hombre, que al final hacen esa elección, que la bisexualidad femenina es un "efecto" de la mayor permeabilidad de la sensualidad de la mujer en comparación con la del hombre, que se le perdona antes a una mujer su bisexualidad que a la de un hombre...
Te repito lo que te comentaba: esa indistinción a la hora de practicar sexo ¿es un valor de progreso, algo que yo pueda valorar como positivo y magnífico tal y como me lo venden? Podríamos decir, a fin de cuentas, que todo esto es una modalidad más de la cuestión de los gustos. A quien le interese, adelante.
Lo que yo veo que produce rechazo es cierto proselitismo de los homo y trans, etc, proselitismo, ciertamente, que hay que interpretsar como una reivindicación. Pero también es cierto que difícilmente se me puede obligar a que me guste enfáticamente el color verde, o el helado de plátano o el neoclasicismo.
Estamos ante una sexualidad en devenir. Ahora hay todo un abundante despliegue teórico que intenta discernir esa sexualidad en unos tiempos complejos, despliegue teórico que en Beatriz Preciado tiene un exponente de primera. Pero que algunos no os "comprendan" tampoco quiere decir que automáticamente os excluyan. Sí, ya sé:si yo te tengo que comprender eso establece como una antipática jerarquía, pues se supone que la sociedad, después de investigaros, tendrá que dar o no el visto bueno a vuestra "rareza".
Pero ahora sois vosotros quienes planteais vuestra naturaleza, sois vosotros quienes os mostrais bien a la claras y os manifestais. La mayor ocasión de reivindicaros os la estais dando hoy mismo. ¿Dónde, cual es la traba?

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