miércoles, 16 de abril de 2008

LO QUE DICE EL ORÁCULO


"El señor de quien es el oráculo de Delfos ni expresa ni oculta su significado, sino que lo manifiesta mediante señales". (Heráclito)

"Ni expresa ni oculta" : he aquí el típico procedimiento contradictorio del pensamiento heraclitiano que le valió el famoso apodo de "oscuro". Veamos. Si ni se expresa ni se oculta, esto quiere decir que las manifestaciones que registremos de la divinidad no son mecánicamente perceptibles, evidentes o directas, sino fruto de una labor de desciframiento. Hay, pues, una distancia entre nosotros y la divinidad. Heráclito defiende de esta manera una naturaleza originaria que no podemos sino auscultar en la distancia, a través del flujo mediador de los signos. Son éstos nuestro objetivo, de ellos debemos proveernos para descifrar lo que acontece.

La divinidad no expresa ni oculta nada porque es soberana, porque no siente la necesidad de hacernos ninguna confidencia y menos aún la obligación de demostrarnos positivamente algo. Su trascendencia se lo impide. No es ella la que se tiene que aproximar a nosotros, sino nosotros a ella ( a través de ese proceso de desciframiento). Y en todo caso no sobrepasaremos nunca la barrera convulsa y profusa de los signos. La divinidad es inaccesible. En todo caso, como decimos,vislumbrable, cognoscible sólo indirectamente, a través de sus signos, diversos y sorprendentes.

Pero no nos creamos ser los destinatarios explícitos de ningún misterio: los signos fulgen, emanan natural e independientemente de que sepamos o intentemos descifrarlos. Somos nosotros quienes tenemos que iniciar una estrategia de rastreo, quienes tenemos que comparar, sopesar, interrogar, reconocer lo que ocurre y extraer de todo ello un sentido, conformar una narración que nos haga más inteligibles los hechos, establecer correspondencias entre las distintas manifestaciones de esos signos.

No puede haber un contacto sin intermediarios- cósmicos, culturales, ritualísticos- con lo divino. Eso es imposible por la inmanencia en que se mueven nuestras vidas. Pero los signos flotan en el ambiente. Descifrémoslos y consideremos qué distancia hay entre nosotros y la fuente emisora.

Hablamos de lo divino por su vinculación con el oráculo, pero aquí hay que entender lo divino como la suma de la heterogénea multiplicidad de todo lo que nos rodea. Recordemos, a propósito, que Yuri Lotman, definiendo la "semiosfera", concibe el universo como un mensaje.

Así, la labor de los hombres es tanto la captación y análisis de los signos, como establecer qué procesos de modificación experimenta a lo largo de la historia el significado esclarecido de esos signos en perpetuo intercambio, fusión y recreación. Podríamos decir que la semiótica y la hermenéutica encuentran en el fragmento de Heráclito un origen común, un principio fundador.

1 comentario:

Jose Carlos Aguirre dijo...

La divinidad en Grecia y su potencia de atracción cono vínculo entre los dioses y los hombres. Su transcendencia como un más allá que nos atrae... Acaso en Grecia no haya la noción del dios providente cristiano que con justeza moral nos asiste pero quiza su coherencia sobre lo divino sea mayor.

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